Semiología y no-saber
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De acuerdo con un gesto cuya precisión resultó en las modalidades de su inserción en el campo epistemológico moderno, Saussure opera un fraccionamiento del lenguaje en varios compartimientos específicos que definen las formas de un conocimiento lingüístico posible. Sin embargo postula en compensación, aunque de un modo todavía influenciado por los prejuicios de su época, una ciencia -la semiología- que al abarcar todo el campo de lo que hoy llamamos las ciencias humanas, tiene por objeto asignar a la problemática del lenguaje (centrada sobre la entidad particular del signo) una función totalizante y globalizadora.
En la prolongación del impulso saussuriano (teniendo en cuenta el aporte freudiano) una teoría del sentido, en vía de elaboración, radicalizará la dicotomía lengua/habla y postulará el desdoblamiento categórico de todo texto: (del "corpus" indefinido de la totalidad de los textos constitutivos de nuestra cultura) 1o. en un campo formal y energético ocultado, y 2o. en una (la) escena representativa metafísica logo céntrica cuyo desarrollo supone la localización y el reconocimiento dentro de ella de un sujeto de la conciencia. El surgimiento de una forma específica de representación es correlativo al de una forma específica de la conciencia). El campo formal y energético aquí postulado resulta de la incidencia en el espacio simbólico abstracto, provisto por el discurso, de las prácticas significantes que definen la unidad del cuerpo social y de las operaciones inconscientes que efectúa sobre esta matriz el sujeto soporte de la representación-conciencia.
Definida así la axiomática, se plantea sin embargo el problema de una estrategia capaz de realizar efectivamente el rebasamiento de la escena representativa. Esta estrategia la llamaremos práctica subversiva: su tarea tiende a extenuar la idealidad metafísica-teológica del discurso (de la lógica del signo) y a abrir el texto a la heteróloga (Bataille) de las redes significantes que constituyen la base material explotada y rechazada.
Sin embargo para que la analítica proyectada alcance al discurso en su núcleo neurálgico y pueda liberar sus consecuencias mayores, será necesario que se efectúe sobre un texto (el texto cristiano) el cual a la vez que constituye la cima de la época logocéntrica, constituye la forma más abstracta y más sublime de la totalidad del campo antropológico (de la presunción totalizante de este campo).
Si se admite que el texto cristiano asume una función trascendental en el campo del discurso, un análisis minucioso podrá mostrar que su contenido representativo opera (trata de operar) una capitalización de la totalidad de sus condiciones exteriores de posibilidad (y por lo tanto una recapitulación de las formaciones significantes que constituyen su base histórica concreta). Nadie puede dudar que el proyecto semiológico cuya ejecución supone que es realizable el ciclo singular de un sistema auto-implicado -el discurso que se opone a sí mismo y se cuestiona a si mismo- encuentre en este texto una figura privilegiada cuyos contornos son difíciles de delimitar.
Al inaugurar una analítica de la representación (pero reconociéndola al mismo tiempo como imposible) la semiología (" ... la única economía racional completa", Bataille) simula el proyecto de totalización idealista logocéntrica (cuya expresión filosófica máxima la provee el discurso hegeliano) y al no lograrla sin esperanza (excluyendo en adelante toda posibilidad de relevo idealizante), efectúa la operación soberana prevista por Bataille: el desgaste absoluto del sentido, la irrupción en él de un no-saber ilímite.

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